Palabra Fresca

¿Quién me paga por tanto esfuerzo?

Posted on: 30 septiembre 2014

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Para los que trabajan en el ministerio, es relativamente normal encontrarse en situaciones donde pareciera que lo que se entrega es mayor, con creces, a lo que se recibe. No se trata de dinero, sino de otros intangibles que resultan, inclusive, agotadores. Reuniones extensas y continuas, cultos, esfuerzo físico, trasnochos, viajes, compromisos y más. ¿El ministro cristiano recibe el equivalente al esfuerzo? ¿Quién repone tanto tiempo sin la familia? ¿Quién compensa por poner los sueños y anhelos personales a un lado? Definitivamente nadie lo va a hacer y si alguien está esperando que la retribución justa por tanto esfuerzo provenga de un hombre…será seriamente defraudado.

Veamos una verdad que está en Juan 6.

10 Jesús dijo: «Díganles a todos que se sienten». Así que todos se sentaron sobre la hierba, en las laderas. (Sólo contando a los hombres sumaban alrededor de cinco mil).11 Luego Jesús tomó los panes, dio gracias a Dios y los distribuyó entre la gente. Después hizo lo mismo con los pescados. Y todos comieron cuanto quisieron. 12 Una vez que quedaron satisfechos, Jesús les dijo a sus discípulos: «Ahora junten lo que sobró, para que no se desperdicie nada». 13 Entonces ellos juntaron las sobras y llenaron doce canastos con los restos que la multitud había dejado después de comer de los cinco panes de cebada.

Es importante tomar en cuenta que la iniciativa de darle alimento a la multitud fue de Jesús, así que con él comienza la enseñanza: Jesús enseña a dar con su ejemplo.

Pero luego de eso, los discípulos tienen la extenuante tarea de alimentar a más de cinco mil personas. ¡Imagínese! Eso es complicado incluso hoy día. Jesús les ordena que recojan las sobras y, ¿saben cuántas canastas de sobras recogieron? Doce. Sí, una para cada discípulo.

Esta historia milagrosa de Jesús enseña que si primero nos ocupamos de dar a los demás, a veces con mucho esfuerzo, a veces con recursos limitados (todo comenzó con cinco panes y dos pescados), en medio de un día caluroso y soleado, quizás luego de caminar muchos kilómetros, en medio de una agenda apretada, Dios nos va a recompensar. Luego de que nos entreguemos a los demás, Dios va a conservar una parte para nosotros e inclusive para nuestra familia.

Cada quien comió hasta quedar satisfecho, pero probablemente nadie se comió toda una cesta. Una cesta fue lo que quedó para cada discípulo. La Biblia no cuenta que hicieron con las cestas, ni qué tipos de sobras iban adentro, pero estoy seguro que los discípulos, luego de ese trabajo, tenían hambre y sabían contar.

No nos preocupemos por quién va a recompensar nuestro trabajo, por quién nos estará mirando, quién nos va a promover, quien nos va a tratar con justicia. Dios lo ve todo y él ama darle regalos a sus hijos.

Germán Alberto Abreu.-

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